Berlin, la ciudad alternativa
por antonomasia. Donde el arte callejero inunda las calles y los hipsters no
son un minino sector de la población sino su total. Una ciudad donde las
guerras vividas se impregnan en el ambiente y la comida tradicional no es muy
elaborada. Los grafitis son la esencia y los semáforos (ampelmann) son de
diferentes formas en función de si estas en la antigua zona comunista o
no. Tenía muchas ganas de visitar esta
ciudad, todo el mundo decía que me pegaba, por ese rollo ecléctico que
desprende, así que estos últimos días hice un viaje relámpago con el fin de
poder verificar si aquello que mis amigas decían que era tan alucinante
realmente lo era.
Tengo que reconocer que todas
las cafeterías tenían su encanto, las pintadas no eran vandalismo sino obras de
arte, los berlineses iban vestidos de forma impecable (siempre hay excepciones)
y el tiempo nos dio tregua. Tuvimos una serie de imprevistos con el avión, pero
finalmente conseguimos llegar a nuestro destino. Reservamos una habitación en
el Hostal Aloha, a una parada en metro de Alexanderplatz, íbamos convencidas
que nos metíamos en una casa ocupa por las fotos que había en internet, pero
había que vivir de forma completa la experiencia. Para nuestro asombro, nos
encantó, las pintadas en las paredes hacían acogedoras las habitaciones y las
personas que lo llevaban estaban más que dispuestas a todo. Es cierto que según
mi madre aquello era horror vacui pero para mí era un sueño alternativo en toda
regla.
Recomiendo empezar a usar los
free tour donde el precio del guía lo pones tú en función de cómo haya
trabajado. Fue el primero que hacía en mi vida y la verdad que merece la pena,
no solo era interactivo y divertido, sino que además hizo que pateáramos la
ciudad y visitásemos todos sus rincones incluso los más inadvertidos. Tal éxito
tuvo, que decidimos coger un tour pub crawl, que consiste en un tour por los
mejores pubs de la ciudad y la entrada a una discoteca. Tuvimos problemas para
llegar al punto de encuentro, pero después de unas cuantas carreras y volver a
retocarnos el pintalabios, la noche fue estupenda.
Siento decir para aquellos que
como yo aman la comida, que no es uno de sus fuertes, probé la currywürst
(salchicha con curry, kétchup y patatas fritas) y estaba de vicio, pero a las
dos horas la pesadez era insoportable. No quiero que un viaje tan alucinante se
reduzca a un único post, así que tengo la intención de contar con detalle
aquellos sitios culturales que merecen la pena y los restaurantes orgánicos más
chic de la ciudad. Para ello no pos podéis perder el siguiente post,
¡seguiremos en contacto!
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