martes, 2 de febrero de 2016

Berlin














Berlin, la ciudad alternativa por antonomasia. Donde el arte callejero inunda las calles y los hipsters no son un minino sector de la población sino su total. Una ciudad donde las guerras vividas se impregnan en el ambiente y la comida tradicional no es muy elaborada. Los grafitis son la esencia y los semáforos (ampelmann) son de diferentes formas en función de si estas en la antigua zona comunista o no.  Tenía muchas ganas de visitar esta ciudad, todo el mundo decía que me pegaba, por ese rollo ecléctico que desprende, así que estos últimos días hice un viaje relámpago con el fin de poder verificar si aquello que mis amigas decían que era tan alucinante realmente lo era.
Tengo que reconocer que todas las cafeterías tenían su encanto, las pintadas no eran vandalismo sino obras de arte, los berlineses iban vestidos de forma impecable (siempre hay excepciones) y el tiempo nos dio tregua. Tuvimos una serie de imprevistos con el avión, pero finalmente conseguimos llegar a nuestro destino. Reservamos una habitación en el Hostal Aloha, a una parada en metro de Alexanderplatz, íbamos convencidas que nos metíamos en una casa ocupa por las fotos que había en internet, pero había que vivir de forma completa la experiencia. Para nuestro asombro, nos encantó, las pintadas en las paredes hacían acogedoras las habitaciones y las personas que lo llevaban estaban más que dispuestas a todo. Es cierto que según mi madre aquello era horror vacui pero para mí era un sueño alternativo en toda regla.
Recomiendo empezar a usar los free tour donde el precio del guía lo pones tú en función de cómo haya trabajado. Fue el primero que hacía en mi vida y la verdad que merece la pena, no solo era interactivo y divertido, sino que además hizo que pateáramos la ciudad y visitásemos todos sus rincones incluso los más inadvertidos. Tal éxito tuvo, que decidimos coger un tour pub crawl, que consiste en un tour por los mejores pubs de la ciudad y la entrada a una discoteca. Tuvimos problemas para llegar al punto de encuentro, pero después de unas cuantas carreras y volver a retocarnos el pintalabios, la noche fue estupenda.

Siento decir para aquellos que como yo aman la comida, que no es uno de sus fuertes, probé la currywürst (salchicha con curry, kétchup y patatas fritas) y estaba de vicio, pero a las dos horas la pesadez era insoportable. No quiero que un viaje tan alucinante se reduzca a un único post, así que tengo la intención de contar con detalle aquellos sitios culturales que merecen la pena y los restaurantes orgánicos más chic de la ciudad. Para ello no pos podéis perder el siguiente post, ¡seguiremos en contacto!

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