Este fin de semana tocaba Madrid. Un viaje relámpago para reencontrarse con amigos granadinos. La capital, una ciudad donde los pasos de peatones son interminables, la vestimenta de la gente es inusual (en ciertos casos) y donde el metro se convierte en toda una pasarela de moda. Paseos por gran vía, compras por Fuencarral y una parada obligatoria en el McDonald's para conseguir un McFlurry.
Nada mas llegar el viernes, deshice la maleta para que no se arrugara el vestido que luciría esa noche en la fiesta de un colegio mayor. Había que dejar el listón alto. Noches donde tus amigos te presentan a sus nuevos amigos y no recuerdas ninguno de sus nombres, lo cual te hace preguntarle a cualquiera con el que hables once veces mínimo como se llama.
Para esa ocasión opte por un vestido muy discreto y elegante de Armani. Dividido en tres franjas. La superior y mas pequeña blanca, la del medio de tamaño superior gris y luego la dominante que era negra. Taconazos negros de Zara, los cuales tenían unos sustitutos en mi bolso por si mis pies sufrían demasiado. Para darle un toque de color, escogí un bolso de mano amarillo que iba a juego con mis uñas. El bolso además, llevaba impreso la silueta de una calavera dando un aire más desenfadado al conjunto.
Un fin de semana diferente, donde te vas fijando en el nombre de las calles para no perderte y donde observas que la moda-tendencia en Madrid en las universitarias es el vestido corto con las botas de cowboy, un estilismo imperante en cualquier bar o parque del aérea universitaria.
Madrid puede presumir de tener diferentes looks muy diferentes dependiendo de la zona en la que te muevas, la vergüenza no es un impedimento para llevar prendas extravagantes.
Madrid, una ciudad donde la moda urbana manda.
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