Me
encanta que se haya puesto de moda la tendencia foodie. Este nuevo concepto de
ser todo un experto en comida, ir a los lugares mas chics de alimentos saludables
y sobre todo, fotografiar aquello que te vas a comer antes de degustarlo, se me
da muy bien. Si, lo reconozco ¡yo soy una foodie! Mis amigas cuando van a cenar
conmigo, así como mis padres, ya tienen aprendida la lección: “no se toca hasta
que la pesada esta no le haga una foto”. Muchos me decían que así no disfrutaba
del plato que tenía delante, que estaba más pendiente de que la luz del
restaurante fuera correcta para que los colores de los ingredientes fueran
vistosos, que del propio sabor de la comida. Pero eso no es así, he sido, soy y
seré una apasionada de la comida. Disfruto mucho realizando esta acción y
también inmortalizándola. Hace poco, leí un estudio que había realizado una
Universidad Norteamericana sobre “los foodies”. Su conclusión era que las
personas que hacen una foto a aquello que se van a comer y la cuelgan en sus
redes sociales, disfrutan más del plato que si no hubieran capturado ese
instante. La verdad, que esto me tranquilizó, pensé que no era tan bicho raro
como la gente consideraba.
Con
mi traslado a Barcelona, he conseguido tener a “mi disposición” más tipos de
bares, restaurantes, comidas, tendencias gastronómicas y tipos de actividades
relacionadas con este tema. Como bien sabéis, soy adicta a las redes sociales,
muchos lo llamaran postureo, yo lo llamo comunicación. Es cierto que a veces me
tengo que contener, porque estaría todo el día subiendo fotos, pero “tampoco es
plan”. Sin embargo, tengo que decir que gracias a ellas también he conocido muchos
sitios gastronómicos que no hubiese podido degustar sin esta herramienta, ya
que no habría conocido su existencia. Así llegue a un restaurante situado en
pleno corazón de esta cosmopolita ciudad, donde no solo me gustó su comida sino
también su estupenda decoración. Es cierto que cuando sales buscas que el
producto sea de buena calidad, pero también que el entorno sea agradable. Y el
ejemplo perfecto de esto es Gats Barcelona.
Disfruté
de una velada inigualable. Es cierto que los platos no son muy grandes, pero si
pedís al centro para picar, las raciones son las justas y suficientes (y lo
dice una persona que suele comer por los ojos). El personal fue muy agradable y
sobre todo, yo quedé encantada con la distribución del local y lo bien decorado
que estaba.
Durante
estas semanas que me quedan en Barcelona seguiré practicando este nuevo foodie
hobbie. Ya tengo algunas propuestas en mente y acompañantes que puedan
disfrutarlas conmigo, así que solo me queda decir, bon profit.
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