Tras semanas de desesperación esperando saber si mi verano había comenzado o no, hoy pongo rumbo a Granada y cierro puerta a un tercero de carrera, que no se lo deseo a nadie. Años atrás cuando me dieron la noticia de que nos mudábamos, fue un ataque directo al corazón. ¿Qué iba a hacer yo a casi 1000km de distancia de mi familia? Tenía doce años y el soborno perfecto fue: "Si vamos a Granada puede que compremos un perro". En ese momento los ojos me hicieron chiribitas, me hubiese ido a la China. Sin embargo, no todo fue tan bonito, me costó adaptarme. Pero lo mejor de todo es que de esos años no recuerdo nada. Dicen que si pones en una balanza lo bueno y lo malo, cuando lo bueno pesa mucho, lo malo desaparece, ¡y justo esto me ha pasado a mi!. Ahora mismo no concibo mi vida sin Granada, es mas, llevo una semana deseando poder estar allí. Mi casa, mis padres, mis amigas, sus calles, los helados de los italianos, la feria, el calor, el acento e incluso la alergia. Es extraño como la ciudad te camela. Es cierto que por mis venas no corre sangre andaluza, pero me considero una hija adoptiva en toda regla. Ahora bien, a mi Pamplona que no me la toquen. Supongo que es esa combinación de ambas ciudades la que hace que este tan agusto en los dos sitios, y que nunca me sea costoso cambiar de uno a otro. Como decía un anuncio: "todos necesitamos un poco de sur para poder ver el norte".
Como he dicho, hoy me toca viajar, y ¡que viaje!. Doce horas de trayecto no se hacen llevaderas por mucho que tu mente intente ser positiva. El look que llevo es totalmente comfy. Un 'boy-style' en toda regla. Tanto es así, que el jersey verde que llevo es de mi padre. Un día, trasteando en casa me lo probé y di gracias a que las prendas oversize esten tan de moda. Lo acompaño con unos pantalones negros de Armani y unas zapatillas con estampado de animal print de Lefties. El bolso de flecos de Adolfo Dominguez es solo para las fotos, a la hora de la verdad llevo mi maxi-bolso negro lleno de caramelos, dispositivos moviles cargados hasta los topes y botellas de agua. Reconozco que no puedo con mi maleta, pesa un quintal y eso que llevo lo justo y necesario (o eso creo yo). Aquí comienza mi verano, se ha hecho de rogar, pero por fin lo tengo agarrado.